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Arquitectos: Iván Bravo Arquitectos
- Área: 111 m²
- Año: 2020
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Fotografías:Bruno Giliberto
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Se sitúa a escasos metros de la costa, enfrentando la bahía de Navidad en la zona centro-sur de Chile. En el entorno confluye el campo forestado, propio de los valles transversales, con el balneario de origen productivo, en vías de desarrollo como polo vacacional. El encargo responde a la necesidad de 4 familias distintas –14 personas en total– que deciden hacer en conjunto su segunda vivienda. Por lo tanto, se reúnen en un mismo volumen de reducidos 111m2 las preferencias múltiples y divergentes de los distintos propietarios.
El volumen se contrasta con el entorno construido usual de una zona costera al erigirse de manera vertical sobre el paisaje, apuntando a alcanzar una vista privilegiada en la terraza del último nivel, esquivando la obstrucción de las casas aledañas. Al ponerse de pie, la liberación del volumen con respecto al suelo permite dislocar la distribución tipológica de una casa de playa, generando nuevas relaciones y asociaciones programáticas en el eje vertical. Esto provoca que la composición espacial de los recintos cambie, afectando su percepción: espacios sumamente reducidos sirven a otros bastantes amplios, conformando un total de escasa superficie, pero cuyo peso visual se magnifica. Esto se logra por obra de una crujía reducida, en contraste con una altura exacerbada, y por la escala y ubicación de los vanos en la fachada, que contribuyen a esta deliberada indefinición escalar.
En el interior, esta elongación en el eje vertical se transmite a través de un vacío central que recorre el edificio en toda su altura y que acoge las circulaciones, al mismo tiempo de ampliar la percepción espacial de los recintos comunes de la casa. Por su parte, los recintos privados son cuatro –uno para cada familia– y se distribuyen en los distintos pisos a ambos extremos de la casa, asegurando a todos los espacios la misma cercanía del centro. El tamaño de cada pieza también es equivalente y de esta forma se evita cualquier tipo de exclusividad entre las familias.
En el exterior, la obra se esculpe al homologar la operación de la fachada principal y la cubierta: ambos se pliegan mínimamente bajo el mismo criterio estético, replicando hacia la calle las aguas del techo y de esta forma escapando de la división usual de estos elementos. En este cruce de ejes perpendiculares y oblicuos se produce la sinergia que compone, como si fuera un lenguaje, cada pieza de la obra; su posición con respecto a los límites del sitio, los pavimentos exteriores que llenan este aire y las ventanas que perforan las fachadas. Tanto interior como exterior se recubren en madera bruta, con acabados que hablan tanto de la condición a la que responden, como la de su contraparte: el primero es un gris inerte y atemporal que tiende a eliminar la condición nueva de la casa, el segundo es un blanco prístino que se expone a recibir la condición extrema de la costa, como una coraza o un plumaje que reluce a la vez que protege.